Presente Continuo/Lara I
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Milenio Tres

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Por Jorge Lara Rivera

Mestizos sucesores de grandes naciones, para los pueblos de esta orilla del mundo memoria y tiempo son dimensiones confluyentes, y no causa de angustia existencial; estamentos de una visión cósmica integradora donde el individuo se aleja del frenesí del plano adhiriéndose al latido del planeta e insertando su fluir en el ritmo universal. Esto hace a la realidad mesoamericana más abarcante y suscinta nuestra noción de tiempo.

Los mayas derivaron de esa perspectiva un concepto de presente durativo, permanentemente irresoluto, espiral y ascendente, un tiempo -aceptado por nosotros- insólitamente dramático y optimista que reúne el pasado y el futuro en la posibilidad de un relativismo paradójico, con plasticidad y esperanza para el jornal de cada individuo que se traduce en historia de las comunidades.

De la reconstrucción de mapas estelares en el plano terrestre mediante complejos arquitectónicos de inéditos ritmos y simetrías singulares, igual que el decorado de vasijas, telas y joyas e imposición de nombres apelativos, y con los laberintos teogónicos y mitos que los más antiguos aún habitan, llegamos a aceptar la necesariedad de sus signos más simbólicos, provienentes de cosas elementales e inmediatas, de la realidad circundante: el paciente caracol, la serena tortuga, el remolino de hojarasca, la voracidad incendiaria de la fogarada, el avispero, la nube de tábanos y la manga de langosta, la serpiente de crótalo y la gran ceiba, puente de los mundos físico y espiritual.

Cataclismos, guerras y plagas remiten al maya, sin embargo, a la fragilidad conjurada con el auxilio constructor de las propias fuerzas elementales y la temporalidad nació entonces alumbrada como instante de la divinidad. Para mantener ese momento ninguna ofrenda es demasiado grande, incluso el sacrificio, pero según la noticia de los cielos y el movimiento cíclico de la naturaleza es preciso llevar la cuenta de los sueños, es decir del ayer, en una fecha remota anclados para intentar predicciones de miles de años con ritmos y pausas. Esas pausas conocidas como Atadura de Años tenían ocasión sólo cada cincuenta y dos años, fin de siglo y reinicio de era, oportunidad para el cambio como permanencia.

El concierto deviene también en necesidad lógica y es fama la trascendente reunión en Xochicalco entre representantes de las tres grandes culturas originarias de Mesoamérica : la Nahoa, la Maya y la Zapoteca, donde se acuerda un ajuste calendárico para fijar la serie ritual y cómo en toda la tierra conocida se apunta desde entonces el mismo ritmo del mundo y de los hombres, con sus pausas ceremoniosas y celebradas con grandes fiestas y días de guardar para el misterio.

Así, la historia del maya sucede en el espacio y vibra en el tiempo, pero es conciencia de propiedad general en el eco recobrado por nosotros los mestizos. El presente puede ser adverso, pero ya cambiará, hemos de vivirlo de nuevo y mejorarlo siempre.

Una sangrienta imposición del ideario occidental cristiano pudo obligar a olvido de estos saberes, produciendo tensión y escisiones íntimas, crispaciones que durante quinientos cincuenta años del calendario Alejandrino y Juliano no cesaron. Nacido del mestizaje, empero, el impulso subyacente por recuperar estos recuerdos y reaprender siguió siendo preciso.

Desde los confines del siglo XX, ante la inminencia del tercer milenio de la Cristiandad, próximos de la frontera del año 2000, la presencia de nuestra propia cultura, vieja como el tiempo, y dueña de una idea menos ansiosa y más significativa de éste, nos conforta.

No provenimos del tiempo : somos el tiempo. Las parceladas percepciones cosmológicas generadas por el racionalismo materialista poco tienen que decirnos, y el contraste con los ejes axiales de civilizaciones tecnificadas, pero deshumanizadas, se hace más evidente al referir conceptos secuenciales de espacio y tiempo según la lógica aristotélica o los límites espaciales demarcados en el plano de Pitágoras y Euclides frente al intangible acervo intelectual generado por las razas precolombinas.

Aproximaciones dadas suelen hallarse sin embargo entre el misticismo de Oriente y la física del quantun descendiente de Zenón, lo que permite intuir una cercanía con algunas ideas propias del Nuevo Mundo. Hoy también sabemos que existen percepciones relativistas y mensuras infinitesimales del ser y las cosas, especies de espacios tridimensionales como el llamado 'dona' o los sugeridos por la cinta de Moebius y los dibujos de Esher, 'fantasmas' suscitados por irrupciones y confluencias mutuas de éstos, y aun la dimensión cuarta y 'gusanos' que los interconectan; hemos descubierto igual que el tiempo del devenir y el del retorno heraclitiano son posibles y que el sucesivo podría tener agujeros, hilos sueltos, repeticiones e imperfecciones y hasta elasticidad.

Nuestra memoria es presencia inconmovible, voluntad de seguir siendo en la raíz más honda que nos nutre como rama del árbol universal de humanidad, de hombres que no ceden a la tentación del vacío.



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