Terminó
el aseo de la casa. Aprovecha que se encuentra sola, pues los patrones,
él se halla trabajando y ella de compras. Desnuda su cuerpo
en el baño. Humedece el agua la piel y la espuma limpia dejando
agradable aroma en el cuerpo. |
Sus
catorce años se asustan al descubrir la presencia libidinosa
de Patrón quien envuelto en voz pastosa le pide: No te
asustes, no me tengas miedo y toma por los hombros la figura
temblorosa. Tárcila con el cabello escurriendo cierra los ojos
temerosa. Sus labios son aplastados por la boca de su patrón
y un gran dolor penetra su vientre. Patrón recorre su cintura
con las manos mientras el charco se tiñe de rojo. Extrañamente
el dolor pasa empujado por algo que le llena de vergüenza pero
que produce bienestar nunca sentido. |
Eso
es chamaquita, eso es declara el susurro agitado en su oreja,
mientras la lengua mojada recorre el borde y las manos abiertas de
Patrón le aprietan fuerte las nalgas. El cuerpo erizado es
marcado por las cosquillas del bigote, es cuando decide estarse lacia
para no molestar a Patrón, quien pasa su lengua por el cuello
y los hombros acariciando los pequeños chuchos parados. |
Dos
meses tiene de trabajar en la casa sin hijos, lo notó desde
el principio por la voz dura y muy fuerte de Patrona, que cuando habla
parece que las paredes se repliegan. Sabe que cuando la mujer es tosca
no le pueden llegar los hijos. Los nenés son demasiado suaves
y se lastimarían en la dureza hombrunas. Por eso Patrona grita
mucho, todo le molesta. Diario sale a comprar y pocas veces trae algo.
Ella sí le da miedo: desde temprano se pone al quehacer para
que no la regañe y cuando descubre que sus ojos duros como
la piedra la miran en silencio, entonces sí que le dan ganas
de correr, de salir a la calle para no sentir miedo, pues cuando esto
sucede Tárcila toca su hipil asegurándose de estar vestida. |
Una
vez más Patrón llega en oscuridad hasta la hamaca y
a tientas le pide que no haga ruido, que es él, que no se asuste.
Tárcila no habla, el peso de Patrón se ajusta a su vientre
y las eses de la hamaca rechinan alteradas. La nariz se acomoda junto
a la suya y el bigote aplasta parte de sus labios. A Tárcila
no le molesta, es más, cuando Patrón no pasa en la noche,
el sueño llega muy despacio, casi al amanecer, es cuando el
quehacer se vuelve fastidioso y los trastes igual que el piso no quedan
bonitos por más que los lave, como si todo estuviera triste
y ella misma fuera jalada por la fuerza permaneciendo todo el tiempo
medio tonán. |
Dice
Patrona que estoy engordando, que no coma tanto. Yo no lo creo si
es muy poco lo que como y algunas veces ni siquiera me dan ganas,
sólo me da por lamer la pared, no sé por qué.
Algo está pasando, siento chocnak a cada rato. Estoy segura
que no es eso, porque a pesar de todo es bonito y me dan ganas de
acariciar mi barriga un poco grande y cantar suavecito, creo que quiero
que mi canto entre por mi Duch y no sé por qué. |
El
mundo ensaya por segunda vez la guerra cuando el llanto de niño
invadió la estancia y el agua caliente limpia los trapos. Ágil
la partera corta el cordón umbilical y asea al pequeño
cubierto de sangre para enseguida extraer las flemas. |
Tárcila
mira incrédula los bracitos que se mueven y acaricia su cabello
pegado. Patrona Rebeca auxilia a la comadrona y en sus ojos siente
dolor y alegría al mismo tiempo. Al principio le dio mucho
coraje saber que Tárcila sería madre, sin embargo, aceptó
olvidando el dolor porque de alguna manera ese hijo sería de
ella. |
Patrón
Mauri no le dio importancia, total que se hicieran bolas las mujeres
que para eso son mujeres. |
Al
nuevo miembro patrona Rebeca lo ristra como si fuera su propio hijo,
y con el fin de tener mayores comodidades para el hijo, Rebeca comienza
a trabajar cuando descubre que pronto llegaría el segundo hijo
hasta lograr cinco. Por eso Rebeca se preocupó por enseñarla
a hablar. Los chicos al crecer se referían a ambas como mamá
Tárcila y mamá Rebeca, repartiendo el amor entre las
dos. |
En
casa no hay patrona ni sirvienta y cuando Mauri falta alguna noche,
Rebeca se acomoda junto a Tárcila para consolarla. Seguramente
por el trabajo, porque cuando la mujer trabaja como hombre va cambiando
y pierde parte de mujer, y debe ser cierto, pues de un tiempo acá,
el sudor de Rebeca se parece mucho al de Mauri y sus manos se pusieron
duras y toscas como las de él. Por esa razón ya no extraña
la presencia de Mauri, pues las caricias de Rebeca son iguales o mejores
y la protegen desde que Mauri olvidó las visitas nocturnas.
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Fue
en una de esas noches cuando sin previo aviso abrió la puerta
Mauri en el momento en que Rebeca le acariciaba los pechos para tranquilizarla.
Se quedó parado en el umbral, sin hablar y sin moverse. Pasados
unos momentos cerró de nuevo y nunca más supieron que
fue de él. |
El
hogar se hizo tranquilo, los nietos llegaron. La habitación
de mamá Tárcila y mamá Rebeca es muy bonita desde
que anidó el amor. Únicamente se altera la paz cuando
en las noches mamá Tárcila se encuentra nerviosa y mamá
Rebeca retoza con ella para consolarla. |
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