ENSAYO

Víctor Rejón

De Prodigios y Ensueños

     Entraría en conflicto conmigo mismo si tuviera que escoger entre “El Mundo de Ángel” y el presente libro: “El faro inclinado”, que hoy nos entrega su autor, Reyes Pérez Rejón. Los que leímos las aventuras de Ángel, aquél niño que deambulaba por el suburbio de Santiago, y que, ajeno al movimiento del sol, perdía el sentido del tiempo y luego, de noche, desde la esquina La Carioca, emitía gritos de auxilio, y encharcaba la calle con sus lágrimas en espera de ver salir a doña Concepción Rejón a lanzarle un hilo mágico que lo conduciría a salvo al capullo de henequén: su hamaca. Desde entonces Reyes ya veía xoches balanceándose en la hamaca de Choch y también en la de Ramón; así como imaginaba ojos cuadrados de fantasmas libertinos fisgoneando en el entramado de la albarrada. Sin embargo, puedo afirmar que en “El faro inclinado” se nota más oficio: el uso de recursos literarios.
     Celestún no puede escapar al designio de algún Merlín juguetón, que extendió su vara sobre un puñado de personajes y los hizo vivir y morir a su antojo.
     Los cuentos y relatos de Celestún, como el mar, bajan y suben; los protagonistas, sujetos a su destino, juegan y luchan en la cresta de las olas; algunos desaparecen; otros resucitan y deambulan a la orilla del puerto
     Hay fantasmas, brujas y ángeles; algunos de talante benévolo ayudan a los habitantes a mejorar la pesca, o a detener al rayo que partiría en dos la embarcación. Ellos, los aparecidos, son veleidosos; los vecinos lo saben y se dejan conducir con desenfado al cadalso.
     La muerte, común denominador en este libro, es anhelada en instantes aciagos, ella no pone miramientos para asistir a ese llamado, puede estar disfrazada de tiempo, de aire salobre, de pelícano mecido por la resguardada entre las líneas del cuento. A veces sale espontánea, otras permanece larvada, esperando el momento crucial para blandir la guadaña. No hay demora ni adelanto, es puntual como el clamor de la cigarra agobiada por el estío de abril. También hace trampas y consigue falsos caminos, evasión que al ser descubierta llena de asombro.
    La noche en el puerto es negra, cortada en círculo por un relámpago artificial: el faro. Entonces comienzan las luchas. Los humores de la moza transformados en mensajes prometedores, son esparcidos por el vaivén de su hamaca: enajenan el sentido, transforman al niño en brasa capaz de quemar tabúes. Afuera, los animales se transmutan en humanos en celo y las plantas en nubes rojas.
     La estela luminosa del cuerpo celeste al caer a la tierra, rompe la noche de Celestún, la divide en los eternos opuestos: el bien y el mal, entonces aparecen las otras guerras: del lado oscuro los fantasmas, aparecidos y brujos nacen del pantano y la ría; cada uno lucha en su entorno, lo maligno contra lo maligno en un afán de demostrar quién es el peor. Por el otro lado combaten los luminosos, los que ponen la otra mejilla, los ángeles que, hartos de ser entidades asexuadas, prefieren convertirse en los humanos para ostentar mentales poderosos y fornicar toda la noche con opuestos o iguales para cumplir el mandato: Vivir.
     El lugar común no es ajeno en los cuentos de Reyes, pero tiene permiso de estar, porque, generalmente, se encuentra en boca de los lugareños.
     Los amorosos también tiene cabida en este libro; mitad humanos, mitad aves, pero siempre receptivos, orgullosos de tener una piel sensible, no solo al sol, sino al impacto de otra dermis que se frota sin recato en la suya.
     Los embrujos, hechizos y maldiciones campean, brotan de muchas bocas: del tronco hueco, ausente de uvas, de los borbollones que nacen en el remanso de los manglares y, claro, de las bocas desdentadas, cito: “–Así como me quema se quemarán ustedes y todo lo que les rodea. No lo sentirán, seguirá secando poco a poco–... Y las olas del mar bramaban furiosas.“ Título: “La ignoramos” Texto visceral, Impecable; protagonizado por un grupo de ebrios.
     El castigo humano, disfrazado de espada divina encuentra campo fértil en las salinas de Celestún y es ahí donde el deseo de trueca en miedo, repugnancia y flacidez extrema y prolongada del órgano rector de la creación. Cito: Únicamente los hombres que hagan a un lado el asco que sienten por mí y se acuesten conmigo, lograrán recobrar su virilidad... Título: “Las barrigonas.”
     En “El faro inclinado”, las piedras cobran vida al influjo del sol; las aves y los saurios cuentan sus penurias, querencias, anhelos, y se pavonean por las playas y marismas en busca de alguien que los quiera escuchar. Al iniciar el recorrido de la treintena de caminos que conducen a El faro inclinado, no se sabe en qué momento el lector-espectador dejará de serlo para convertirse en personaje del libro, bueno o malo, real o ficticio, sólo él podrá decidirlo.

*Texto leído el pasado viernes 31 de mayo del año en curso en la Sala de Arte del Teatro Mérida, por su autor, durante su participación en la presentación del libro de cuentos “El faro inclinado, cuentos y relatos de Celestún” del escritor Reyes Pérez Rejón.

 

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